La curtiembre del más pecaminoso lienzo

Lágrimas doradas, de seda noctámbula resbalan por pasillos simétrimos paralelos a tu cuerpo acostado en aquel sillón cama que ya bautizamos con sudor de tantas noches de ejercicios del cuerpo tratando de adoptar la forma de una cornisa a punto de ser convertida en un campo de flores silvestres. 
La silueta de tu cuerpo contorneada, flameaba a la luz de la vela que posaba también desnuda en un candelabro heredado por antepasados jubilados de sueños y barbaries. 
Tersaba tu piel colgando de los ganchos de la noche, brillaba como diamante bruto en medio de una mina nunca encontrada. Pero sí, habías sido encontrada. 
Sí, tan sólo fuese cazador. Te llevaría a la curtiembre de la perfección, lavando tu lienzo con agua cristalina de manantiales montañosos de tierras jamás nuncaneadas. 
"Nuncaneadas". Sí, que libre se siente uno, al inventar sus propias palabras. Nuncanear, proviene de aquella acción que realiza la persona al darle el adjetivo de imposible de existir a algo, o alguien. (Nunca existiría tal lugar, o tal persona). 
Entre los vellos de tu nuca, se escondía el nunca que jamás iba a decir. Inexistente cobranza que le hago a Dios por mis bondades en vidas pasadas. 
Fuiste guerrera, plebeya y mula en aquellos tiempos, buena eras. 
Carbón para el fuego con el que se cobijaban los leones. Y tu voz, es parte del retazo que se le quitó a los mismos, desde su melena. 

Aquellos pasillos escondían cuadros amorfos, lozanos  y abrillantados con el reflejo del marco que cantaba a la luna canciones de cuna. Cursivas se escribían en el barro, para calar de melancolía la madrugada venidera. 
Y ahí estabas vos, con tus ojos semicaídos, y tu minifalda por el suelo. Y me acerqué temeroso de mi fin, por más que los medios me convertían en la presa más sútil, fácil, calma y de nuevo, fácil. 
Me mirabas con júbilo en los ojos, con un entusiasmo como el indigente que se doblega ante un pedazo de pan. Yo sólo me sentía una miga, y cada vez más pequeña, reducida a un sólo soplido o puñado de crema de ternuria derretida. 
Y a la vez agigantada por un sentimiento de grandeza en mi pecho. 
Encendí la vitrola, y me quedé parado, analizando los vidrios con vitreau. Los colores y formas eran plenamente psicodélicos. Ya entiendo porque se dormía el gallo antes del amanecer. 
Los renacuajos saltimbanqueaban de charco en charco, esperando que en el aire, se conviertan de una vez en sapos. y yo esperaba, como oruga en capullo, que me liberes, mariposa. 
Pocos días han de quedarme seguro, pero no es cierto que no alcanzaré velocidad. Dejame simplemente probar el velocímetro, cuando actues por placer. 
Tarde, lento, lento, tarde. Será la única respuesta. Siempre aletargando el último sorbo, siempre más dulce. Siempre jugando con el rigor, con la amargura de quien vegetariano simplemente se encuentra ante la carne del pecado más sublime y sano que NUNCA podría haber sido imaginado. 
Así que así como el sapo y la mariposa esperaban, no quise esperar más. Hay suficiente espera para todos, como para que yo esté en la misma situación. Le estaría quitando a otros la chance de esperar.
Caminé con mis zapatos negros de charol, y cómo una película cuyas cámaras sólo enfocaban mi caminar sobre la alfombra roja, me miraba los pies. Y mi vista panorámica se percató de un reloj detenido. 

"No existe el tiempo"- te dije telepáticamente. Entonces, te esfumaste entre el humo de sahumerio y aroma a menta de los cigarrillos en mi boca. Y te desvaneciste en mis adentros, para ser atrapada por mi y conmigo, adentro de mi libidinal sueño. Tengo demasiada claustrofobia cómo para vivir dentro de mi cabeza, necesito tenerte acá. 

Y de nuevo apareciste en el sillón rojo contorneado con madera de roble bastante cara. No hay precio a estas alturas tampoco. Y me zambullí en tu encuentro, entre suspiros clandestinos y cascabeles de veneno, que sacudían mis oídos y mi cabeza enharinada con tus caricias. 
De pronto, recordé la frase de Cortazar: No hagamos el amor, dejemos que él nos haga. 
Y entendimos que no precisamos de ninguna sensación onírica libidinal, simplemente Freud se equivocó al pensar que el inconsciente es mucho más grande que la consciencia. Sólo vos y yo supimos en ese momento, que la consciencia se desmanteló cómo pileta pinchada sobre la alfombra, derramada en su plenitud, y vista claramente por nuestros ojos cerrados. Y fue todo sabido, todo conocido. Y ala vez siempre en "Esperanta". 
Amándonos, el insconciente dejó de estar en coma y se despertó para lavar traumas de coronillas enclaustradas y reyes sin trono. Amándonos, el inconsciente se suicidó al saber, que ya no nos importaba que ocultaba, porque todo estaba ahí mismo. Todo lo que necesitabamos saber. 

Y a la vez, sin necesitar nada más. 


Vuela. Allá va!. Que bellos colores. (ya nació la mariposa).

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