Estúpidos pero con razón.

Iba compilando CD`s. Era su máxima obsesión. También ir contando las veces que exhalaba en el día. (Lo importante era lo que salía, no lo que entraba). Contaba las ocasiones en que tragaba por minuto y a veces llegaba a la conclusión de que lo hacía alrededor de unas cuatro veces por minuto.
Contaba las hormigas que hilarantes realizaban su trabajo, en hilera. Espiaba cuántos segundos tardaba una hamaca en ir y volver, y los pasos que daba hasta llegar a la cocina, desde su habitación. Y por ende, cuántas baldosas eran necesarias para hacerlo. (Si pisaba la unión de dos baldosas, se enojaba y volvía saltimbanqueando al punto de partida, para comenzar nuevamente).

Luego, se enamoró. Y se esfumaron todas sus obsesiones. Sólo tenía una que acaparaba, en máxima potencia, la atención que requerían las anteriores. Ahora su única atracción y ocupación era amar.

 Para lo cuál no era necesario contar nada que entrara o saliera, subiera o bajara, unía o desunía...sino que agradara (inmensamente con una plena y diáfana felicidad) y doliera. A veces la balanza acariciaba la victoria del dolor, agitando imprecaciones contra la tenue mirada del placer espiritual. Pero la mayoría de las veces, perdía la cuenta... entonces llegaba a la conclusión de que así como cuatro veces tragaba saliva por minuto, al menos... 4 veces al mes, lloraba por amor... de las cuáles, nunca podría diferenciar cuántos gramos de felicidad o de lamento habría. Fue allí, el día en que su obsesión encontró razón de ser, y pasó a ser una anomalía más, dentro de la normalidad humana...porque nunca entendería la graduación del mismo. No era como el alcohol, cuya graduación venía impresa en el envase. (Ella lo sabía porque coleccionaba botellas de todo tipo).
Ahí acabó su obsesión porque comprendió que lo único que diferencia la obsesión de la locura, es que la obsesión carece de razón. Y por más que llevara la cuenta en planillas, sería inútil.

"Es inútil y estúpido intentar contar lo que sale y lo que entra, tal como ver si se ama mas de lo que se sufre o viceversa. Porque somos demasiado estúpidos, como para entenderlo, al final" le dijo una vez el almacenero quién le entregaba semanalmente botones de diversos colores que perdían los clientes y por supuesto, que ella coleccionaba.

Si, es cierto. Es estúpido-dijo ella.
Y dejo de contar.

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