En el ojo que no ve.

Anoche te engañé.
Hace mucho que no estamos juntas pero te engañé. Besé otros labios, buscandote...buscandote, y la peor de las cosas fue que te encontré. En la calidez del momento, el misterio, la duplicidad de los caprichos y la ambiguedad del mismo deseo. Encontré tus mismas obsesiones, tus mismos juegos, los mismos trucos. El reflejo del futuro si hubieras seguido siendo aquel más demonio que ángel. Y me desencontré, pudiendome resistir a tal acto.
Anoche me engañé. Quise intentar amar a otra, y me engané, pensando que engañandote, a vos...a esa que vive en mi recuerdo, podría desvirtuar al tiempo, robando un bocado de placer entre camas y sábanas ajenas, que entre vinos tintos dejaron mis labios púrpura.
Rodaron por otros cuellos mis besos, pero insípidos, no me dejaron nada mas que la boca seca de tanto fumar. Otro vicio del tiempo.
Y después de aplacar el deseo, con un desenfrenado estancamiento del momento, dibujé sin darme cuenta, en su rostro tu nombre, con mis dedos. Entre caricias disimuladas, escribí tu nombre en su mejilla, continuado de un "Te amo con toda mi alma".
La engañé. Pero ella creía engañarme a mi también.Estabamos jugando al engaño. Y en ese preciso momento, te entendí. Cuando engañaste sin conocer los parámetros y a cuantos metros llegaría la roca que arrojaste contra el mar. Que justo, gélido, congelado de inviernos, permitió un desliz. Lejano, corrupto, sincero en su desandar.
Y me dí cuenta que tenía mucho amor para dar, y la acaricié como si la quisiera, y dejé que sus caricias invadieran mi cuerpo en la intimidad, como si realmente lo deseara. Tan falto, nefasto fue todo, como sincero y real. Natural. Pero entre todo aquel cinismo inocente, pretendido, cariñoso...te busqué. Y en un punto, de su piel que no fue tocado por mis dedos que dibujaban tu nombre en la desnudez de otra persona, te perdí, y quise encontrarte mirando las estrellas.
Me obsesionan los detalles. Y creo que el parecido entre anoche y tu eternidad, es muy similar.
La besé imaginando tu cara. Y el engaño nos cabió bien a las dos. Amantes de la soledad, o en soledad.
A veces resultás igual de neurótica que aquella desconocida que anoche besé, igaul de insegura como para pretender tener la razón y el control el 90% del tiempo. Igual de desorientada como para querer llevar las riendas de todo. Con tus manías inexplicables pero atrapantemente interesantes.
Pero no me bastaron esas semejanzas, no estabas ahí.
Y canto el gallo y me quise ir. Me vestí y figuré a la salida mas cercana, buscandote, en voz, en pensamiento...en el amanecer precario, aún no definido de la madrugada.
Y creo que me da temor, pensar que quizás la única diferencia que hay entre la neurosis de anoche y tu locura momentánea es sólo el amor de por medio que cambia las percepciones.