Vestigios de una bala

Ella andaba con sus tacos de charol rojos. De acá para allá con su: "tlac tlac tlac". Y lo más dichoso de escucharla caminar con aquellos zapatos, era que dicho sonido iba acompasado con los "bum bum bum " de mi corazón. 
"Parece típico de canción lo que decís, chamuyero" ella me dijo. Y sonrió tan ampliamente que hasta me sonreí a mi mismo en ese extasis. 
Su sonrisa. Ay que sonrisa. Siempre quise escribir una poesía de ella.Sobre el camino que recorren sus labios hasta formar ese ángulo que desviste a aquellos blancos dientes y abrillantan sus ojos. Mueren mariposas en el tiempo en que sus labios se estiran a ambos lados para sonreír, caen millones de gotas y un relámpago gentil.  
Su boca era normal, ni muy larga ni muy corta. Su labio superior más fino que el inferior, cuya carnosidad tapizada con un labial rojo pasión era la tentación misma de las llamas del infierno. 
SI!, el infierno. Te quemabas con sus besos. Por eso yo nunca osaba a desafiar mi vida, besandola. Es más, me gustaba llevar mi vida a cuestas de mi hombro, como una bolsa de papas en oferta. Y nadie entendía por qué yo me seguía enmarañando con aquella mujer. Sus ojos negros, como la noche... me miraban fijamente mientras mecía su cabeza hacia atrás en aquella silla vieja, mecedora que siempre la posaba al lado de mi farol... Porque sabía que a ella le encantaba sentarse allí, y que en esa posición, la luz le daría verticalmente, entonando y marcando aún más sus fuertes rasgos, sus penetrantes ojos, y su roja, roja boca. 

Yo era un tonto. Que me pasaba las noches en vela, viendo titilar y flamear la llamas. Observando las hazañas de los gatos que caminaban lentos y confiados por las calles de adoquines de aquel barrio. 
Yo era un tonto, porque le seguía el rastro a ella. Sigilosa traicionera de la noche en camisón. De las brujas de encuentros repentinos entre vasos de alcohol.Entre confesiones solemnes como juramentos a la bandera, que prometían amor eterno a cambio de mi alma. 
Y yo era tonto. Y se la dí. A cambio de nada. 

" Es vampirismo energético" me dijo una amiga una vez. Te chupan toda la energía que hay en vos, te enpalidecen, quedás languido, incoloro, inodoro y sin un mango para apostarle al poker de la noche siguiente. 
"Y a mi nunca me gustó el ajo" pensé. "Que pena, y eso que a los vampiros el ajo los ahuyenta". 

Sus tacos seguían resonando como un tango en plena siesta de domingo. Y mi corazón los acompañaba aún. 
De pronto mi mirada se enroscó en tus piernas, largas esculturas de seda que iban y venían sin parar, que sabían bailar, que sabían atrapar. Eran tan largas como una serpiente. Y hasta anaconda se intimidaba al verlas caminar. 

Y nunca van a entender.. nadie lo hará, de porque yo seguía esperandola cada madrugada cuando ya no quedan rastros del sol. Quizás son vestigios de una vida pasada en la que yo era igual a ella. O quizas son deja vu`s que se repiten consecuentemente una y otra vez. Quizás soy una presa fácil, que ella prefiere no atacar pero si mantener en la mira. O quizás... el vampiro soy yo. Quien, embadurnado de todo ese rojo pasión, me recuerda la sed que tengo, que tuve, y que siempre tendré... por morder una vez más su cuello, aunque no crea en la inmortalidad. Recuerda que llevo la vida al hombro. 

"Y entre el ruido de los tacones y mi corazón, se sintió un disparo... y ahi estaba yo. Y nadie entendió.. por que nunca morí. De tanta sed que tenía, la bala me comí... y aún la sigo masticando... y el mismo rojo de mi sangre... me recuerda al rojo de sus labios, de sus labios... y sus zapatos de charol."

Y mueren mariposas, caen rayos, relámpagos y nacen cuervos.. en el tiempo que tarda una bala recorrer la distancia desde que es disparada hacia mi. Igual es el trayecto de su sonrisa. Dura los mismos segundos. Y causa... el mismo efecto.

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